LA OBSERVACIÓN DEL SOL A SIMPLE VISTA

¿Se puede observar el Sol a simple vista? ¿Se distingue algún detalle? ¿Cabe esperar algún resultado de las observaciones? La respuesta a todas estas preguntas es afirmativa e intentaremos explicar el cómo y el porqué.

Junto con la Luna, el Sol es el objeto celeste más fácil de observar pero también el más peligroso. Al contrario que el resto de las observaciones astronómicas, en las observaciones diurnas se trata de reducir la cantidad de luz que reciban nuestros ojos para evitar daños en la retina. Son muchos los materiales absorbentes que permiten hacer esto pero es preferible desconfiar de la mayoría de ellos. Entre los recomendables están las gafas que se suelen utilizar para observar eclipses o los filtros de soldador. Hay que elegir el más denso que encontremos (preferiblemente uno del nº 14). Si en la tienda no tienen ese número, podemos elegir uno algo mas transparente aunque para usarlo debemos evitar que la luz del Sol llegue perpendicularmente al vidrio: inclinándolo más o menos graduaremos la luminosidad de la imagen adaptándola a las necesidades. Otros materiales, como el mylar , son mas caros y difíciles de conseguir (un filtro de soldador podemos encontrarlo en cualquier ferretería por unos 3 €).

Cuando miremos al Sol, ya debidamente protegidos, veremos el disco brillante y posiblemente nada más. Si es así, fijémonos con mas atención o probemos suerte otro día. Con un poco de paciencia percibiremos las primeras manchas. Mientras que con un telescopio pueden apreciarse todo tipo de estructuras, a simple vista solo distinguiremos unos diminutos puntos negros. La observación a simple vista tiene ventaja de que es muy fácil de hacer (bastan 2 ó 3 minutos con un filtro que cabe en el bolsillo), pero el inconveniente de que el número de manchas que podemos ver es mucho menor que con el telescopio. Durante un máximo de actividad las probabilidades juegan a nuestro favor pero, aun así, nos encontramos con muchos días sin manchas, aunque también son posibles situaciones en las que observemos varias manchas simultáneamente.

Llegados a este punto quizá pensemos que, al lado de una imagen telescópica, la observación a simple vista carezca de valor. Nada mas lejos de la realidad. El número de Wolf ( R ) que obtenemos con el telescopio es un recuento hecho a partir del número de grupos y de focos. Un incremento de R puede deberse a la presencia de muchos pequeños grupos con pocos focos, a la  aparición de algunos grupos muy grandes y masivos con numerosos focos, o a ambas cosas a la vez. Cuando observamos a simple vista estamos filtrando todos los grupos pequeños quedándonos solo con los de mayor tamaño, es decir, estamos seleccionando un tipo de actividad muy concreta que no coincide exactamente con lo que observamos con el telescopio. Aquí es donde reside el verdadero valor de la observación: el comportamiento de la actividad asociada a los grandes grupos puede diferir del que muestra el resto de los grupos.

Para poder obtener algún resultado es preciso utilizar un cierto método que consistirá simplemente en hacer un recuento diario de las manchas visibles a simple vista (en adelante llamaremos SV a este valor). Al contrario que con el número de Wolf, no tendremos en cuenta si las manchas están asociadas en grupos o se encuentran aisladas por lo que el trabajo, si cabe, es más sencillo. Al final, todos los meses calcularemos el promedio ( SV ). Muchas veces SV será inferior a 1 debido a que, durante el mes, es frecuente encontrarse al menos algún día sin manchas.

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