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La Vía Láctea

Artículo publicado en el boletín "ESTELA", Nº 91, Septiembre-Octubre 2000. Rogamos se cite su procedencia en caso de reproducirlo total o parcialmente.
Neila Campos

 

Parece que nuestro Universo, a gran escala, está formado por cúmulos de galaxias. Como se comenta en el artículo anterior, habría así miles de millones de galaxias, cada una de las cuales contiene a su vez millones de estrellas. Entre galaxia y galaxia, no se encuentra más que enormes extensiones de espacio vacío.

Nuestra estrella, el Sol, forma parte de la galaxia llamada Vía Láctea. La nuestra es una galaxia espiral, y nosotros nos hallamos en el borde de uno de los brazos. Por tanto, al encontrarnos cerca del borde de la galaxia, vemos ésta de canto. Esa es la explicación de la franja blanquecina que cruza el cielo, llamada en la cultura grecolatina Vía Láctea, que significa en latín camino de leche: pues su tradición, tan ajena a estos conceptos astronómicos, interpretaba que esa franja celeste estaba formada por las gotas de leche que cayeron cuando la diosa Hera amamantaba a Hércules.
Por la misma razón, la palabra galaxia proviene del griego gala, galactos, que significa leche.

Durante la Edad Media, la Vía Láctea recibió el nombre de Camino de Santiago, pues se decía que marcaba la dirección que los peregrinos debían seguir para llegar a Santiago de Compostela (=Campus Stellae, Campo de la Estrella).

En esta época del año, la Vía Láctea es bien visible cruzando el cielo aproximadamente en dirección Norte-Sur, y pasando, entre otras, por las constelaciones de Cassiopeia, Cygnus, Aquila y Sagittarius. La zona de Cygnus es una de las más espectaculares de observar, y en estas fechas se encuentra cerca del cénit en las primeras horas de la noche. Dicha zona corresponde al mismo brazo espiral en que nosotros nos encontramos.

Como es sabido, todas las estrellas que vemos a simple vista en el firmamento y que forman las constelaciones, aunque no aparezcan dentro de la franja de la Vía Láctea, son también estrellas de nuestra misma galaxia. Son, por así decirlo, nuestras vecinas: las estrellas próximas a nosotros que encontramos al mirar en distintas direcciones.

Todos los aficionados sabemos que con un cielo oscuro y despejado basta apuntar nuestro telescopio, o incluso nuestros prismáticos, hacia cualquier lugar de la Vía Láctea para disfrutar de un espectáculo impresionante. El centro de la galaxia se encuentra en la dirección de Sagitario, aunque el propio centro no llegamos a verlo debido a que se encuentra a unos 50.000 años-luz de nosotros y una gran cantidad de polvo interestelar nos impide la visión.

Desgraciadamente para nosotros, la luz proveniente de las ciudades anula totalmente el brillo de la Vía Láctea en nuestro cielo, de modo que para contemplarla tenemos que buscar lugares donde el cielo aún sea oscuro.

Hace cuatro siglos había menos contaminación lumínica y Galileo fue el primero en observar con su telescopio que la mancha blanquecina estaba en realidad formada por innumerables estrellas, que la resolución del ojo a simple vista no alcanza a separar.

Desde entonces, la Ciencia ha recorrido un largo camino hasta comprender lo que era en realidad la Vía Láctea. No fue fácil relacionar dos cosas que a la vista aparecían tan distintas: por una parte esa franja en nuestro cielo, y por otra, algunos de los objetos entonces llamados nebulosas, como la Nebulosa de Andrómeda. En efecto, durante mucho tiempo se pensó que sólo existía en el Universo una galaxia, la nuestra, y que la de Andrómeda y otras galaxias, visibles como objetos difusos, eran solamente nebulosas incluidas en nuestra propia galaxia. La idea de que podría tratarse de otras galaxias fue tomando cuerpo durante el siglo XIX.. Incluso William Herschel consideraba ya la posibilidad de que la galaxia de Andrómeda fuese otro “universo-isla”. A partir de entonces, las imágenes fotográficas, cada vez mejores, y el estudio del espectro de estas “nebulosas” (que era continuo y por tanto distinto del espectro con líneas de las verdaderas nebulosas) aportaban más pistas. Pero la confirmación definitiva no llegó hasta 1923, cuando Edwin Hubble descubrió la primera cefeida en la galaxia de Andrómeda, lo que permitió establecer su distancia a nosotros (más de un millón de años luz) y por tanto su situación fuera de nuestra galaxia. Así nuestro Universo se vio drásticamente ampliado y nuestra importancia drásticamente reducida.

En cuanto a la forma de nuestra Vía Láctea, también fue difícil de responder, puesto que la vemos desde dentro y no tenemos perspectiva. Comprendemos mejor la estructura de nuestra galaxia ahora que hemos podido observar otras; se ha manejado la hipótesis de la espiral barrada, se ha discrepado sobre su tamaño… lo único que parece claro es que se trata de una galaxia espiral, y parece que aún habrá que esperar bastante tiempo hasta que seamos capaces de obtener una imagen de nuestra galaxia desde fuera.